jueves, 26 de agosto de 2010

Las buenas hierbas: féminas al descubierto


Alejandra Arteaga Rodríguez

Diez años orquestaron lentamente el preludio para la realización de un filme que nace fiel a las proyecciones de la autora: La buenas hierbas de María Novaro -premiado en las categorías de mejor guión, mejor actriz y mejor fotografía en la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Guadalajara- intenta traducir visualmente las perspectivas en un círculo de féminas en donde se confrontan la sensibilidad del género y la pesadez de convivir con un ser enfermo, experiencia que la realizadora vivió con su madre.

En el pasado la cineasta mexicana había mostrado interés por retratar las formas de féminas en sus obras –el caso Sin dejar huella, road movie que relata el recorrido de dos mujeres a lo largo del país –, dotándolas de independencia en la innegable comunión con los hombres: este caso no exenta la tradición, los varones son suprimidos de la historia o tienen una intervención nimia.

Destaca la participación de la actriz Ofelia Medina en el personaje de Lala, una etnobotánica jubilada que padece Alzheimer, pues el dramatismo que imprime en su actuación logra reflejar el estado vulnerable que progresivamente va agravando no sólo la salud del enfermo, también, la fortaleza de los parientes. En este sentido, la conciencia del personaje precede y previene la tormenta adoptando una postura de dignidad ante los menesteres de la vida: Lala exige a su hija Dalia, interpretada por Úrsula Pruneda, que no permita prolongar su vida como una carga, incluso la advierte de evitar dilatar innecesariamente por la vía médica el fin. La confrontación entre el apego filial y el valor humano de la calidad de vida incita a una meditación espontánea poniendo a los espectadores en la disyuntiva entre al prudencia consciente o la necedad aprehensiva.

Las hierbas unen vertiginosamente una trama que desprende hijos bastardos inconclusos. En los cortes de secuencia aparecen las referencias de ciertos herbajes curativos advirtiendo el estado anímico en el que se encontrarán los personajes. Invariablemente la imagen de la conocida chamana oaxaqueña María Sabina sale a brote para reafirmar la posición de las féminas mexicanas pero no logra trascender más que en un vínculo asociativo con la profesión de Lala.

El ritmo de la película es pausado pero –como en el caso de Limits of control, de Jim Jarmusch- se justifica con el estilo de la cineasta y con la intención minuciosa de ir formando mensajes que se abstraen en las relaciones entre los personajes. De esta forma la música, notoriamente cargada en estructuras rítmicas, provee a las imágenes de un movimiento más atractivo; incluso la aparición de instrumentos ,como aquel que homologa el sonido del Jarro Stompers, refuerza el sentido de autenticidad que, en general, se encuentra en las composiciones independientes -carentes de género estricto- .

Aunque Las buenas hierbas se queda corta en la fuerza narrativa y, de alguna manera, no logra concretar una idea bastión, motor sustancial, en el filme, es una propuesta que refleja algunos perfiles de la cultura del país –como el grupo de jóvenes que transmiten un programa de radio juguetonamente político- , del cine mexicano de presupuesto más discreto pero intencionado a reforzar valores de independencia, dignidad y paciencia, como fenómeno social, ante las batallas de la vida.